El desayuno
Durante la semana, todos los días desayuno en la misma cafetería. Es un sitio cálido, con grandes ventanales y buena música (jazz, fado...) donde unos días hay más público que otros pero donde casi nunca faltamos los clientes fijos. Esta mañana una de las clientas fijas con la que suelo coincidir casi a diario, una señora de unos setenta años, se me ha acercado cuando ya se iba para decirme que le recuerdo mucho a su hija; no en el físico, ha dicho, sino en los libros, ella siempre lleva un libro en el bolso igual que tú. Y me ha encantado que esta señora con la que llevo meses cruzándome y saludando diariamente se haya parado un par de minutos para contarme lo mucho que le gusta leer a su hija. Y es que, para mi el desayuno no sería nada sin ese rato de lectura robada, ese paréntesis de veinte minutos que te hace olvidar tus obligaciones laborales aunque sea durante un ratillo.
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